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La voz de las mujeres del bicentenario
En el marco del Bicentenario de la República, el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU) impulsa la iniciativa "La voz de las mujeres del bicentenario: mirando al futuro", mediante la cual un grupo representativo de mujeres destacadas en sus respectivos campos, desde su opinión y visión se refiere a la realidad de las mujeres en la Costa Rica actual, cómo espera que sea la vida para aquellas que habitarán el país en los próximos 100 años y cuál considera que debe ser el camino para lograrlo. A través de notas digitales como la que se presenta a continuación, estas mujeres nos comparten brevemente sus impresiones. Todas las notas estarán disponibles en la sección Casa de las Mujeres que forma parte de la página web del INAMU.
Arabella Salaverry Pardo

¿Cuál es la realidad actual de las mujeres en Costa Rica? Pregunta con muchas aristas y muchos flancos que cubrir si intentamos una respuesta consistente. Conviven diversas realidades, y cada una de ellas con sus propias características que ameritarían un acercamiento particular. Y además, inmersas en un escenario-país que también define nuestro estar en la sociedad.
Pero a grandes rasgos, podríamos considerar que aún cuando hemos logrado un avance importante en cuanto a normativas atinentes a nuestros derechos, estamos muy lejos de gozarlos a plenitud. Y no es que no se hayan invertido recursos y esfuerzos para lograrlo. Es que el mandato patriarcal es mucho más fuerte y está de tal manera enquistado, que la lucha en contra de su ordenamiento es permanente y los logros menguados. Vivimos un momento en el que muchas mujeres, cada una desde ámbito personal se abocan -junto con segmentos de la institucionalidad, claro ejemplo el INAMU, Instituto Nacional de la Mujer, ahora con rango ministerial-, así como diversos sectores de la sociedad, a trabajar en la desarticulación de ese mandato. Pero es una lucha que requiere también del concierto de las fuerzas económicas. El país avanza dando pasos agigantados hacia una estructura económica signada por el neoliberalismo. En ese marco, nuestros derechos se ven duramente afectados. Ejemplo de ello, las jornadas laborales que se intentan implementar y que atentan contra nuestra facultad de ser parte de la fuerza productiva, de tener independencia económica, tan necesaria para consolidarnos como seres humanos plenos. Desde la "habitación propia" enunciada por Virginia Woolf hasta la autonomía económica como sinónimo de libertad declarada por Simone de Beauvoir, se nos reitera la importancia de este factor como fundacional de una auténtica libertad.
Por otro lado, tristemente enfrentamos la amenaza de las religiones, esas que de acuerdo a los enunciados de un verdadero cristianismo deberían ofrecer respuestas asertivas a la búsqueda e implementación de normativas que respeten la condición de la mujer con un sentido de igualdad y no, por el contrario, adecuar su mensaje al desnudo interés de concebirla como un mero objeto al servicio de los intereses y demandas patriarcales.
Resulta entonces necesidad ineludible repensar el modelo de país que queremos, y el lugar que ocupa la mujer en ese modelo, y a partir de esa reflexión, continuar nuestra lucha por sus derechos. Consideramos que el camino no es el de las teorías económicas excluyentes, que de por sí ya vienen en retirada o han sido fuertemente cuestionadas en los países en donde se han puesto en práctica, al no haber podido cumplir sus promesas ni ofrecido una respuesta coherente para alcanzar una sociedad equitativa. Por ello, la protección y rescate de nuestro modelo de estado -que aún con sus falencias, ha resultado un motor para el avance del país, y que conlleva beneficios que han permitido, de manera significativa el progreso de la mujer- se transforma en un imperativo categórico.
¿Y qué espera a las mujeres dentro de cien años, y cuál sendero recorrer en este lapso? Menuda pregunta. Dependerá, en definitiva, del camino que elijamos. Vivimos tiempos cruciales. ¿Cuál podría ser la ruta para que el mundo ideal, casi diríamos la utopía, contemple alternativas ciertas para el desarrollo de las mujeres, libre de agresiones, que los espacios públicos sean sitios seguros, que tanto ellas como sus hijos puedan recorrer sendas de tranquilidad; sin tener que vivir a la defensiva, eludiendo peligros, enfrentando y superando agresiones de diversa índole, desde físicas hasta psicológicas, emocionales y económicas por donde en la actualidad transita y que ha transitado desde siempre? Es evidente que la lucha para alcanzar esa utopía debe continuar. Consideramos que ese camino se inicia en la transformación del entorno. En la consolidación de una sociedad sensible.
El primer paso es optar por un modelo de estado que conlleve la justicia económica en el marco del respeto a los Derechos Humanos. Es imprescindible para ello que la herramienta más poderosa con que se cuenta, la Educación, no esté permeada por los intereses políticos de turno, sino que se enfoque en las potencialidades del ser humano, en un marco de equidad, y no concebida como una fábrica de mano de obra calificada para satisfacer las necesidades de los grandes intereses económicos. Pareciera que en el mundo se vislumbran transformaciones, que el modelo perverso está siendo cuestionado y se realizan miradas nuevas para el diseño de modelos económicos con una perspectiva humanista, y no desde el mandato al consumo desmesurado para unos pocos, la miseria para los muchos. Y esas transformaciones se harán realidades al pasar por el tamiz de una Educación pertinente.
Ojalá que como país no nos dejemos engañar con cuentas de colores y nos aboquemos a la instauración de una sociedad más justa. Solo así se podrá alcanzar la erradicación del machismo y sus perversas consecuencias. Solo así los mandatos patriarcales se podrán revertir y será posible vivir los frutos de un auténtico cambio de mentalidad.
Este momento del siglo XXI -en el cual celebramos nuestro bicentenario como estado independiente-, es crucial. Podemos terminar de desmembrar el Estado Social de Derecho que nos heredaron nuestros visionarios antepasados y antepasadas, o rescatarlo y actualizarlo. Podemos seguir avanzando hacia un país en donde hombres y mujeres crezcan al unísono, en paridad, y que la mujer pueda finalmente gozar de los derechos que le corresponden; o bien volver a las cavernas. Esperamos que el péndulo oscile hacia la luz.
Queremos soñar con una sociedad en la cual la justicia social, la justicia económica, el resguardo de los Derechos Humanos, tanto para hombres como para mujeres, sea la norma, no la excepción. Que a partir de ese sueño construyamos realidades. Que el ejercicio de estos derechos sea algo vivo, que no permanezcan como mero enunciado que se lee en actos oficiales, que sean una vivencia cotidiana y que cada ser humano tenga plena conciencia de la necesidad de preservarlos como a su propia vida. Una sociedad en donde no exista discriminación, en donde las mujeres finalmente puedan transitar sin el horrible peso del patriarcado oprimiéndolas.
En tanto, y mientras siga la vida acompañándonos, trabajaremos desde nuestro pequeño espacio para materializar la esperanza, alzando nuestra voz para que cada mujer sea dueña de su destino.
Batallas femeninas
Deshacer las líneas de fuego
irlas limando volverlas viento
Volverlas ni siquiera recuerdo
ni siquiera memoria
Pulverizarlas
romper retenes
desmembrar paredes
comerse muros
Deshacer las líneas de fuego
que han delimitado claustros
Una batalla injusta y necesaria
Del poemario Violenta piel Arabella Salaverry (URUK editores 2013)