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La odisea del Primer Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres en Costa Rica

Autora: Mabelle Figueroa Ramos

Mabelle Figueroa RamosFue en el gobierno de Figueres Olsen (mayo 1994 - mayo 1998) cuando en Costa Rica se habla, diseña, implementa y valora por primera vez un plan de igualdad entre mujeres y hombres, cuya particularidad fue centrar su objetivo estratégico y su enfoque en nivelar las oportunidades entre ambos sexos, lo que era -para la época- casi una utopía.

A este plan se le conoció comúnmente como el PIOMH, en alusión a sus siglas, y así me referiré a él en esta breve reseña de su historia como instrumento novedoso y osado de política pública en nuestro país.

Comenzaré por destacar que, en que su formulación, se da por sentado que las mujeres tienen el derecho pleno de gozar de iguales oportunidades de desarrollo que los hombres, y en todos los ámbitos de crecimiento o mejora de esas dimensiones: en lo económico, lo social, lo político y cultural. Y aunque esta declaración de principios hoy parezca algo trivial, no lo fue en su momento, porque aludía a cuatro aristas del desarrollo de los pueblos que daban una cobertura bastante amplia a esos derechos para las mujeres.

Varias son las particularidades de este plan de igualdad, las cuales reseñaré en un orden lógico, comenzando por su etapa de diseño hasta llegar a la de seguimiento y monitoreo.

El primer aspecto importante de marcar es que el diseño del PIOMH incluyó una cantidad muy importante de consultas a diferentes grupos de la sociedad en todo el territorio nacional. Diría que, a partir de ese momento, se instituyó en el país la práctica de consultar a las mujeres para obtener información, su mirada y recomendaciones sobre los problemas que enfrentaban; primero lo hizo el Centro Nacional para el Desarrollo de la Mujer y la Familia como parte de la elaboración del PIOMH y luego lo continuó como buena práctica el Instituto Nacional de las Mujeres.

Participaron mujeres de organizaciones de base comunitaria, muchas vinculadas a aspectos del desarrollo local, como asociaciones de desarrollo comunal; grupos de mujeres organizadas alrededor problemas compartidos, ligados casi todos al empleo y la producción. También tuvieron una participación sumamente destacada el funcionariado público, sobre todo del sector agropecuario, pero también del sector educación y del sector salud. Las y los trabajadores de las principales instituciones del Estado aportaron bastantes datos de sus propios registros, así como la visión del desarrollo local.

En el diseño del Plan se definieron áreas de intervención que coincidieron con los problemas más apremiantes señalados por las mujeres en las consultas: trabajo, educación, salud, desarrollo agropecuario, etc., aunque la falta de información segregada por sexo a nivel institucional fue una limitante central para definir la línea de base del PIOMH y por ende para hacer su posterior seguimiento. Esta falencia ya era conocida por el CMF; aun así, se decidió "armar el plan" teniendo claro que todavía no había en el país una cultura favorable a lo más elemental, que era segregar por sexo los registros de datos institucionales. Sobra decir que desde este momento nació también en el CMF la inquietud de crear y mantener datos sensibles sobre mujeres y hombres que permitieran comparar la situación entre ambos.

En la formulación del Plan se tuvo claro que las mujeres tenían problemas propios en tanto mujeres, y visualizaban asuntos vitales que demandaban ser priorizados en la intervención del Estado, pero la falta de experiencia en el diseño de este tipo de mecanismos de planificación llevó a una formulación muy general de las metas respecto a los problemas y las soluciones que requerían las mujeres; esto se compensó con un enunciado de objetivos que, en general, fue retador.

A nivel de la ejecutoria del PIOMH hubo progresos importantes, como fue el impulso de un compromiso del Estado costarricense con la igualdad de las mujeres con relación a los hombres, a lo cual contribuyeron, sin duda, las dos conferencias internacionales de la mujer (México 1975 y Copenhague 1980), de las que surgió una indiscutible presión sostenida de parte del Sistema de las Naciones Unidas sobre los Estados, para comprometer su voluntad de cambio -como Estados- con la situación de las mujeres.

Los problemas de desigualdad que este plan contempló en su momento se valoraron enseguida como insuficientes para dar cuenta de una apuesta más integral y estratégica en favor de la igualdad, lo que se trató de resolver con la elaboración posterior al PIOMH de tres planes adicionales de igualdad de oportunidades de los sectores agropecuario, educación y salud. Estos se llamaron comúnmente "PIOMHCITOS" y operaron como adendas al PIOMH, lo cual les dio un mismo estatus de importancia estratégica.

Pero más allá de contar en esa administración gubernamental con estos valiosos planes, lo más importante es el compromiso que asumieron personas profesionales y técnicas de las diferentes instituciones, que los llevó a "ponerse la camiseta" para gestionar, y a veces "pelear", los recursos de todo tipo que demandó la ejecución del PIOMH.

Pero a pesar de este compromiso, surgieron dificultades para realizar un seguimiento riguroso y sistemático del Plan, y más aún de encontrar la vía para acercarnos a un sistema de evaluación. En este sentido un problema mayor fue la formulación propiamente dicha de las acciones o medidas de igualdad, pues en la mayoría de los casos resultaron expresiones de deseo de cambio de las situaciones que afectaban a las mujeres, más no indicaciones concretas y mesurables de ese cambio deseado. Es decir, se careció de una formulación de metas medibles y, por ende, de la definición de líneas de base indispensables para establecer el impacto del PIOMH.

Conscientes de esta situación, el personal de las instituciones que se comprometió a acompañar la aplicación del plan, solventó el vacío de las mediciones de avance tratando de crear sus propios indicadores y, por su parte, el CMF las acompañó en la creación de indicios de avance y explorando la idea de construir un sistema institucional de indicadores de igualdad que luego logró plasmarse en un diseño básico de control del PIOMH.

Este seguimiento al PIOMH incluyó un modelo elemental de rastreo del cumplimiento de metas del plan por semestre, en cuanto al logro de compromisos de cada institución con la igualdad entre mujeres y hombres, y la identificación de los problemas que limitaron dicho cumplimiento.

Sin duda este esfuerzo fue pionero, sobre todo por su aporte a la articulación del Estado costarricense en el abordaje de temas y problemáticas básicas del desarrollo, con una visión de integralidad y de compromiso compartido entre muy diferentes actores sociales, y entre sectores de intervención de los asuntos públicos, pero sobre todo de las mujeres que, por primera vez, fueron partícipes de estos procesos.

Sin embargo, una debilidad experimentada fue la falta de devolución de resultados por parte de las instituciones a las mujeres de base y a lideresas, que pudo haberse traducido en una captura sistemática de la opinión y crítica de las mujeres sobre los resultados esperados del PIOMH.

El recuento de un hecho histórico tan importante, como fue el diseño e implantación del primer plan de igualdad de oportunidades en nuestro país, puede motivar a las nuevas generaciones de luchadoras y luchadores por la igualdad y equidad de género a continuar sus esfuerzos, teniendo   confianza en la capacidad de aporte de una política pública con espíritu y decisión de cambio a favor de las mujeres.

En síntesis, el balance del diseño y puesta en ejecución del PIOMH es una valiosísima experiencia que dejó mucho aprendizaje para la instrumentación de las posteriores políticas de género en el país.