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La voz de las mujeres del bicentenario

En el marco del Bicentenario de la República, el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU) impulsa la iniciativa "La voz de las mujeres del bicentenario: mirando al futuro", mediante la cual un grupo representativo de mujeres destacadas en sus respectivos campos, desde su opinión y visión se refiere a la realidad de las mujeres en la Costa Rica actual, cómo espera que sea la vida para aquellas que habitarán el país en los próximos 100 años y cuál considera que debe ser el camino para lograrlo. A través de notas digitales como la que se presenta a continuación, estas mujeres nos comparten brevemente sus impresiones. Todas las notas estarán disponibles en la sección Casa de las Mujeres que forma parte de la página web del INAMU.

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Astrid Fischel Volio

Astrid Fischel Volio

Desde hace varias décadas, Costa Rica, al igual que Argentina, Chile, Colombia, Brasil y Uruguay, se ha destacado en el plano internacional, por leyes y políticas orientadas al reconocimiento de los derechos y las necesidades de las mujeres.

Es claro que nuestro país cuenta con un marco legal de avanzada en contra de la discriminación y a favor del acceso equitativo de las mujeres a los derechos ciudadanos. También son manifiestos los importantes logros alcanzados en el ámbito político. Sin embargo, es claro que las mujeres no disfrutamos de igualdad real en la práctica.

La meta de los últimos gobiernos ha sido promover el adelanto de la mujer y su reconocimiento como actoras y gestoras de su propio desarrollo y el de sus respectivos países. Sin embargo, ¿cómo explicamos la persistencia de obstáculos, exclusiones e invisibilidad de la mujer en distintos contextos de nuestra realidad cotidiana? ¿Está la explicación, en gran medida, en la continuación de códigos, si bien no genéticos, de profundo enraizamiento?

El control psicológico pareciera ser uno de los factores más resistentes al cambio. Lo es también el solapado fantasma de la herencia recibida, de los mitos y complejos ancestrales. Por ejemplo, el siempre presente reclamo familiar y el consiguiente sentimiento de culpabilidad de madres que trabajan fuera de su hogar; la responsabilidad casi exclusiva de las labores domésticas y la de los cuidados; los esfuerzos permanentemente invertidos para detener el avance del tiempo, en una sociedad que valora la belleza y la juventud de las mujeres.

Bastante le ha costado a nuestra generación entender por género una red de creencias, de rasgos de personalidad, de actitudes, sentimientos, valores y actividades que diferencian a los hombres de las mujeres. Ciertamente la construcción de género es un fenómeno histórico, que se desarrolla de manera consciente e inconsciente en el marco de las estructuras formadoras y transmisoras.

La adquisición de la conciencia del género implica también el aprendizaje de normas que definen obligaciones, lo que es prohibido y lo que se permite, de acuerdo con el sexo de quien es objeto de instrucción. En este proceso participa, en primer lugar, la familia, pero también, y de manera fundamental, el sistema educativo, las religiones y los medios de comunicación colectiva. Estas instancias de transmisión ideológica se han encargado de conformar, diseminar y reproducir valores, creencias y actitudes que han influido poderosamente en el modo de pensar y actuar de la gente.

La mayoría de los elementos que se entretejen para configurar la manera cómo vivimos provienen de las relaciones cotidianas con otras personas y del discurso que diseminan las instituciones sociales. En muchos de estos discursos, campean los mitos, los cuales conducen a la devaluación de sentimientos y de experiencias. El mito altera y reacomoda la realidad, opacando y silenciando, muchas veces, la palabra y el accionar de las mujeres. Las instituciones de transmisión ideológica se empeñan en difundir imágenes del ser y del deber femenino de manera directa o velada, las cuales se enquistan en nuestras mentes y permean nuestras acciones. Los estereotipos marcan y maltratan.

La identidad de la mujer es el fruto de una construcción social, de larga historia. Si la conciencia y el subconsciente son los lugares donde se registran las más profundas distorsiones, debemos iniciar el proceso de cambio desde nosotras mismas y continuar con actitudes y propuestas proactivas orientadas a la modificación de estructuras sociales y patrones culturales. La elucubración es necesaria: ¿Cuánto del discurso dominante me lo he creído yo, consciente o inconscientemente? ¿Mantengo el silencio ante bromas o comentarios sexistas? ¿Caracterizo con mi ejemplo, lo que debe o puede hacer una mujer?

Lo cierto es que en los umbrales del siglo XXI persiste un mercado laboral altamente segmentado por sexo que denota condiciones desiguales de contratación y de salario. También es una realidad el avance de la pauperización de la mujer, profundizado a raíz de la pandemia causada por el Covid-19, tristemente evidente en las condiciones de vida de hogares liderados por féminas, mujeres jóvenes y adultas mayores, los eslabones más débiles del ciclo perverso de la pobreza, la discriminación y la exclusión. Otro lamentable dato, no ausente de la ecuación, es la persistente agresión y violencia doméstica, siendo su principal víctima, la mujer.

De lo que se trata es de cambiar nuestra perspectiva del deber ser así como de pernear las estructuras sociales a través de las instituciones socializadoras: centros educativos, medios de comunicación, familias e iglesias que cumplen una función clave en el mantenimiento o modificación de los conceptos culturales y de los valores. También lo es el de asegurar un mayor impacto de leyes y normas que propicien y concreten acciones positivas, así como de generar mayores niveles de sensibilización del sector privado sobre el multiplicador efecto que tiene la contratación de una mujer a nivel de la familia y su comunidad.

Más allá de lo institucional público o privado, corresponde también a la mujer iniciar su propia trayectoria de superación de veladas ataduras. Se trata de sacar a la luz y remover desde el subconsciente, lo que ha definido ancestralmente, nuestra conducta. El reto es buscar los caminos que nos lleven a cancelar nuestras resistencias internas, con el fin de modificar nuestras conductas y reacciones desde el nivel más profundo.

Lo que se pretende es encontrar el camino hacia estadios más altos de desarrollo y permanecer protegidas ante nuevas oportunidades de caída. En otras palabras, se trata de superar vivencias y percepciones adquiridas desde nuestros primeros años de infancia con el fin de establecer el origen de procesos anímicos inconscientes que nos demeritan como personas.

Porque lo cierto es que seguimos, en gran medida, reproduciendo el patrón ancestral creado por Homero. Muchas Penélope siguen tejiendo y a la espera del varón en el exclusivo ámbito doméstico. En otras palabras, la tradición sigue negando a muchas mujeres la libertad que ofrece su empoderamiento a través del conocimiento.

En última instancia, se trata de superar los estereotipos y traumas heredados por medio de la sustitución de actitudes y percepciones positivas. Tener presente que la liberación es quizás el concepto peor entendido, mal expresado e interpretado.

Se trata de atacar necias letanías heredadas con las que se ha pretendido encerrar y nos hemos dejado encerrar las mujeres. En este contexto, liberar es propiciar el cambio para permitir que toda mujer tenga la oportunidad de dar lo mejor de sí misma, dentro de la responsabilidad que significa vivir.

Nuestra mirada al futuro

Durante la próxima centuria, aspiramos a alcanzar la deseada equidad entre los sexos, así como el reconocimiento de la perspectiva de género como mecanismo de inclusión social y de práctica cotidiana de los derechos humanos. Vislumbramos también una creciente toma de consciencia sobre las múltiples inteligencias y talentos que encierran las mujeres, lo cual ha de determinar su incorporación al mercado de trabajo en condiciones de verdadera igualdad.

Pretendemos superar los discursos educativos estereotipados todavía ocultos, con el fin de propiciar su definitiva superación. Proponemos, así mismo, la formulación y divulgación de conceptos y propuestas innovadoras desde el ámbito gubernamental y también privado, con el fin de fortalecer la identidad femenina y potenciar sus posibilidades de competencia en los ámbitos políticos, económicos, sociales, empresariales y académicos.

Buscamos profundizar el proceso de divulgación personalizada a mujeres en condiciones de vulnerabilidad, de sus derechos humanos y legales, así como facilitar su acceso a procesos de capacitación, acompañamiento técnico y a recursos financieros, elementos sustantivos para lograr su empoderamiento y autosuficiencia económica a través de la generación de ingreso sostenible.

En pocas palabras, procuramos consolidar los mecanismos que aseguren la superación de estereotipos y traumas heredados, abriendo al mismo tiempo, nuevas oportunidades de bienestar físico, mental y emocional.

Pasos claves en la ruta para la eliminación de la brecha de la desigualdad por género

  • Educar en igualdad de género desde la infancia para evitar la perpetuación de los estereotipos de género y fomentar la igualdad entre niños y niñas.
  • Atender de manera especializada a la adolescencia temprana, etapa en la cual nuestros jóvenes consolidan sus expectativas de género.
  • Evitar que los roles históricamente asignados a los niños y a las niñas se perpetúen, erradicando, entre otros, mitos y distorsiones, tales como el llamado complejo de supermán en los niños o el conocido síndrome de princesa en las niñas.
  • Garantizar la eliminación de la censura social diferenciada respecto a ciertas conductas avaladas para el varón y recriminadas para las mujeres.
  • Prevenir la presunción de trasgresión y eventual castigo a quienes no se ajusten al comportamiento esperado del género asignado.
  • Garantizar la distribución equitativa de las tareas domésticas y de los cuidados de niños, adultos mayores y personas con discapacidad entre hombres y mujeres.
  • Promover que se asuma como un acto de ética y de responsabilidad social el visibilizar, reprender y castigar las actitudes machistas y racistas.

A manera de síntesis

Uno de los principales retos que tenemos las mujeres para eliminar los prejuicios es nuestra dificultad, en todos los casos, de reconocer que éstos existen. Expertos en neurociencia y ciencias del comportamiento de nivel mundial han comprobado que, de una u otra forma, todos reproducimos, de manera consciente o inconsciente, visiones estereotipadas debido a prejuicios inconscientes. Todos los tenemos. Lo importante es visibilizar nuestras suposiciones con el fin de desafiarlas, combatirlas y superarlas.

Todos y todas debemos asumir el compromiso de erradicar la discriminación milenaria haciendo valedera la justicia de género por tantos años esperada. Se trata de la igualdad y equidad total entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. La única manera de combatir exitosamente la pobreza y la desigualdad imperante es transformando las relaciones de género, lo cual conlleva modificar los marcos jurídicos, repensar los valores sociales y revalorar para transformar las percepciones visibles y ocultas que las determinan.